Adolfo Suárez. Por Pedro Erquicia
Por Pedro Erquicia. Periodista y Académico.
Siempre recordaré su sonrisa, que tenia asumida como un tic de su lenguaje no verbal. Gesto abierto que siempre he conocido desde que “empezamos juntos” en TVE. El director de programas en Prado del Rey, yo, estudiante de periodismo, como becario en los Informativos de Paseo de la Habana. Era 1965.
Rezumaba ganas de balón, de pelea. Esas ganas de vida que le han permitido resumir sus días en silencio.
Volvimos a coincidir en 1973 cuando era Director General de RTVE y nacía Informe Semanal en el último sábado de marzo de aquel año. Tres meses después abandonaba su despacho en el Paseo de la Castellana, en el antiguo Ministerio de Información y Turismo. En los 43 meses que desempeñó el cargo impulsó nuevas formas de hacer televisión e incorporó al medio, que solo llevaba dieciséis años de andadura, a nuevos profesionales.
Fue el directivo que junto con Luis Ángel de la Viuda y Francisco Ruiz de Elvira, Director de TVE y de Informativos respectivamente, hicieron posible el nacimiento del programa más veterano de la televisión europea.
43 era el número de años que tenía cuando fue nombrado presidente del Gobierno. Una noticia que, por inesperada, nos dejó a todos perplejos en la redacción del programa que para entonces ya llevaba tres largos años de un complicado y difícil caminar.
Aún mas sorprendidos nos dejo su dimisión a finales de enero del agitado año 1981. Siete días antes me encontraba transmitiendo desde Washington el acto de la toma de posesión de Ronald Reagan como 40 Presidente de Estados Unidos. Setenta y dos horas después aterrizaba en Madrid como Subdirector de los Informativos de TVE, una toma de tierra ajetreada que se abría con la dimisión de Adolfo Suarez.
La última vez que lo vi fue en la boda de un amigo común antes de que la enfermedad degenerativa empezara a hacer su labor devastadora. Era el Adolfo cuya imagen se había proyectado en todo el país, el político que logró que fuéramos a votar libremente después de 40 años de inanición democrática.
Gracias, Presidente.