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Entrevista: Andreu Buenafuente. Premio Nacional de Televisión 2020

  • — 9 Oct, 2020

Me planteo la producción como creación y traduzco lo que me gusta a televisión. Es uno de mis principios activos y lo que me motiva”

Andreu Buenafuente lleva más de tres décadas viviendo la televisión y la comunicación como un desafío fascinante. Asegura que le gusta generar buenos momentos televisivos y, sobre todo, tomarse en serio al espectador. En constante reinvención y aprendizaje, afirma que ha tenido mejores compañeros que maestros y, a ellos, les ha dedicado el Premio Nacional de Televisión 2020. El jurado ha reconocido por unanimidad “la creatividad y versatilidad de una trayectoria profesional abarcadora de muy diversos lenguajes y formatos” y ha destacado su capacidad de innovación y ejemplo para las nuevas generaciones de profesionales.

Por Sara Pulido

Le ha dedicado el premio a su equipo, a los están detrás de la cámara…

Fue algo natural, me salió desde el primer minuto. Entiendo y vivo la televisión como algo muy colectivo. Es el concepto de un trabajo artesanal donde todo el mundo está muy implicado. En este barco trabajan hoy casi 100 personas. Pero debo decir que también me acordé de todos los equipos anteriores. Los que han trabajado conmigo saben que el ambiente siempre ha sido muy bueno. Estamos hablando de muchos días y noches trabajando juntos.

En 30 años, con El Terrat, ha producido más de un centenar formatos de televisión. ¿Cuál ha sido su principal aprendizaje profesional?

Nunca he dejado de aprender. Es increíble. Cuando crees que lo sabes todo te cambian los códigos, los usos, las costumbres y las tendencias. Todo está en constante renovación. La tele es como la propia vida, de hecho, cuenta la vida y es cambiante. Tienes unos hábitos, más o menos contrastados, pero estar abierto a nuevos aprendizajes es una de las mejores conclusiones que he sacado de mi trayectoria.

 ¿Y cuál cree que es la clave de su permanencia?

Me planteo la producción como creación y traduzco lo que me gusta a televisión. Es uno de mis principios activos y lo que me motiva. Por ejemplo, me gusta conversar y pienso en hacer un buen programa de conversaciones. O la música, un programa musical es una de mis espinas no resueltas. O la tele de autor. Conseguir que los buenos autores televisivos tengan su expresión en forma de formato.

 

Tienes unos hábitos, más o menos contrastados, pero estar abierto a nuevos aprendizajes es una de las mejores conclusiones que he sacado de mi trayectoria”

 

Foto de familia del equipo que arrancó Late Motiv en #0 de Movistar + en 2016

Uno de los mayores retos profesionales de su vida surgió durante el confinamiento: Late Motiv “en casa”. ¿Cómo se plantea un programa sin medios en plena emergencia nacional?

Desde las tripas, desde el corazón, desde la necesidad orgánica de no parar. Nos mandaron a casa, como a todos. Recuerdo que fue un jueves y el viernes ya empezamos a trabajar con el equipo. Un compañero me convoca para hablar de la herramienta Zoom, una reunión más para afrontar la nueva situación. De ahí salió la convicción de que teníamos que salir el lunes. Lo hicimos porque pensábamos que el coche no podía parar en un momento tan importante para la Comunicación. Nos confabulamos y, sin parar de trabajar el fin de semana, lo conseguimos. Dentro del entorno de dureza y temor, fue uno de los retos más intensos y emocionantes de mi vida profesional. No encuentro parangón posible en toda mi carrera.

¿Y qué fue lo más complicado?

Organizarnos como programa, cada uno desde su casa, para hacer televisión desde una herramienta de videoconferencias. Tuvimos que reeducarnos, cambiar nuestro tono de comedia. Ya no valían los chistes, sino el comentario, el acompañamiento… Relativizamos el fallo. No era tan importante la calidad técnica sino el gesto. Y eso lo tuvimos muy claro, porque evidentemente no era el estándar de calidad que necesitábamos. Encontrar la armonía entre todo eso parecía algo imposible. Mágicamente, lo conseguimos gracias a la naturalidad y a la disposición del equipo. Recuerdo conversar esos días con un productor amigo que me decía, “en mi productora no puedo hacer esto, ¿qué demonios tenéis vosotros?”.

¿Qué anécdotas recuerda de esos días?

Tenemos todas las que quieras imaginar. La anécdota fue constante. Desde que pasa tu hija por detrás de la cámara hasta que se desmonta un foco en directo… He aprendido a valorar mucho más a mis compañeros de maquillaje, peluquería, iluminación, atrezzo… Cada día tenía que convertir mi despacho en algo parecido a un plató doméstico.  O, por ejemplo, el momento en que Silvia me corta el pelo conectada a través del móvil con Lore, la peluquera, desde su casa y eso se convierte en contenido…Ahí tienes la síntesis de todo lo que estaba pasando.

¿Qué papel destacaría de la televisión y sus profesionales en la crisis sanitaria?

Cada vez me gusta menos hablar en nombre de la televisión. A medida que llevo más años en esto, creo que cada uno es de su padre y de su madre. No quiero ser el gurú que dicta lo que está bien y lo que está mal. Solo me atrevo a pedir por amor a la televisión, a mi gremio, mucho sentido común. Tenemos que ser siempre conscientes de nuestro impacto en la sociedad. Y en momentos de drama y tragedia, todavía deberíamos serlo más. Me ha parecido ver cosas que no firmaría pero seguramente yo también me habré equivocado. Mandé un dibujo a la Academia: “Ahora más que nunca: Hagamos tele responsable”. Y eso creo que se entiende bien. Debemos estar con la ciudadanía, ser responsables y acompañar más que nunca.  Creo que la comunicación, en general, ha cumplido su función poniéndose al servicio de la narración de algo histórico en nuestro país. Ha sido una demostración más de porqué esta profesión me tiene absolutamente enganchado y fascinado.

 

Tenemos que ser siempre conscientes de nuestro impacto en la sociedad. Y en momentos de drama y tragedia, todavía deberíamos serlo más”.

 

El jurado del Premio Nacional también ha destacado su generosidad en la formación y la dirección de equipos de trabajo. Ha sido descubridor de grandes talentos televisivos. ¿Qué destacaría de la cantera “Buenafuente”?

Siempre bromeo diciendo que cuando me retire se me recordará más por todo lo que apoyé que por lo que hice. Es algo no buscado. La primera marca de El Terrat ya era un colectivo de gente con mucho talento. Empecé así y todo ha sido una continuación de eso. De ahí me hago empresario involuntario, no tenía este plan. Me piden un programa, lo hago. Me piden otro y tengo al lado alguien con talento que puede hacerlo. En ese momento me convierto en una productora. Y a partir de ahí, siempre ha sido así… Hay una expresión en catalán que siempre digo: “El talent, em posa calent”.  Realmente, es lo que me activa. La comprobación de que tengo grandes profesionales a mi lado me impulsa a tomar decisiones, a potenciarlos. No sé si llamarlo generosidad porque el primero que disfruta soy yo.

Si tuviera que quedarse con un minuto de oro de su trayectoria televisiva…

Siempre recuerdo como uno de los más recientes la grabación de un programa especial en Lesbos, en una playa a la que fuimos para hablar con refugiados y cooperantes. Nos acompañó Joan Manuel Serrat. Me dijo que sí a la primera y eso fue ya muy emocionante. Se sentó a mi lado en la playa y cantó Mediterráneo. Ese momento, metafórico, tuvo tal profundidad y simbolismo que lo recordaré toda mi vida.

Maestros como Chicho Ibáñez Serrador o Emilio Aragón, Miliki, fabricaban emociones televisivas. ¿Echa de menos esa televisión de autor en la televisión de hoy?

Sin menospreciar la que hay, sí la echo un poco de menos. Las tendencias cambian y también colaboran a que cambien las propias empresas de televisión. ¿Por qué no hay tanta tele de autor? Porque no se hace. ¿Por qué han triunfado los formatos exportables e intercambiables por todo el mundo? Porque se potencian más. Siempre me ha cautivado más que un buen formato internacional el proyecto personal que pueda tener alguien. Y su esfuerzo por traducirlo a televisión y entretenimiento. Eso me emociona más, pero es un gusto personal que tengo y entiendo que ahora no cotiza tanto. Las televisiones son más de resultados, son grandes corporaciones que deben tener grandes rendimientos y el riesgo no es una garantía. Y la credibilidad, más de autor, no es una garantía de rentabilidad. Ahí el capitalismo dice que no estamos para pruebas. A mí me parece un error porque a veces de esas pruebas y de ese riesgo surgen fenómenos que luego todos recordamos.

¿Qué opina de la actual televisión infantil?

Me da un poco de pena que las niñas y los niños de hoy solo estén en las series internacionales. Lo veo mucho en casa, Disney, Netflix… Vuelvo a lo de antes, en los ochenta y noventa había una televisión de autor para chavales que a mi me parecía que te podía dejar algo más que el simple entretenimiento.

En España fue el primer showman en entrevistar a Zapatero y a Rajoy. Entrar en sus despachos y desdramatizar con humor. Después se produce la explosión del Politainment, el acercamiento entre política y entretenimiento televisivo. Hoy, sin embargo, la ciudadanía vive un desencanto con la clase política. ¿Hay posibilidad de reconciliación?

Últimamente suelo decir que la política ha dejado de ser divertida. Incluso acercarte para hacerla divertida me parece algo que la gente ya no está pidiendo. Ese divorcio entre la sociedad y la política bronca, enfrentada, electoralista… no va con nosotros. Y yo, que me ocupo de contar lo que creo que nos interesa, lo que nos divierte, cada vez tengo menos a la política en la nómina. Francamente, no sé cómo hacer divertida, entretenida, una charla con la política. Creo que es el momento para el buen periodismo, que también está pasando su travesía, para contar, interpretar y analizar. Más que ver a un político divertirse, queremos que nos informe desde la honestidad y que responda a buenas preguntas.

¿Cuáles serán los principales retos del audiovisual en los próximos meses?

La televisión siempre se está examinando. Pasó la TDT, que fue un desencanto para todos, y después han venido las plataformas. Ahora, por ejemplo, a mí me interesa mucho saber cómo va a coexistir la televisión tradicional con la nueva televisión que son las plataformas de pago. Que han llegado para quedarse y que, en la mayoría de los casos, están impulsado la industria con buenos contenidos. Arriesgan, incomodan, hacen productos potentes… Este duelo entre la vieja y la nueva televisión me interesa mucho. Soy como un espectador con palomitas viendo esa “lucha” que espero traiga muchas más cosas buenas que malas. Me gustaría que la industria en abierto se lo tomara como algo personal y diese grandes saltos hacia adelante. Creo que veremos cosas muy interesantes.

Del universo Buenafuente nace ahora la marca Samanté. Un proyecto personal que da visibilidad a su faceta más creativa…

Estoy potenciando el dibujo, la ilustración, que es un vicio no oculto que tengo y también otra forma de comunicación.  Soy un afortunado porque cualquier idea que tengo siempre hay un equipo detrás que se la toma muy en serio y que se llaman El Terrat. Es un sueño para un niño que creció delante de la tele y que luego la hizo, además poder pensarla. Muchas veces me tengo que pellizcar. Ahora también estoy involucrado en otro proyecto personal muy bonito. Cuenta una nueva manera de vivir, de cambio de valores, un cierto retorno a la naturaleza. Se aleja de la comedia pero lo estoy impulsando porque me lo creo. Imagínate el lujo que significa tener ya lo tuyo y, además, poder hacer esto. En la otra cara de  la moneda también te trae hiperactividad laboral. Pero no me quejo porque lo busco, lo cultivo y lo disfruto.

  ¿Qué le gustaría hacer en televisión que aún no ha hecho?

Tengo el programa soñado. Es la televisión que quiero hacer, lo engloba todo: tienes desde una entrevista seria hasta una risa. Te puedes disfrazar, viene un grupo maravilloso, coges una cámara y te vas a la calle… Mira que soy un inquieto patológico, un “tastaolletes” que quiere probarlo todo pero ya tengo mi vehículo. Este es el tramo que hay que hacer ahora. Me está interesando mucho la ficción porque me parece el gran producto audiovisual de estos tiempos. Y he vivido muy de cerca la experiencia de mi amigo y casi hermano Berto Romero. Pero tengo lo que realmente quiero y me permito ir esbozando cosas para otros. Y eso es un lujazo.

Juan Cruz le definió como un hombre “melancólico e interior”.  ¿Cómo definiría Buenafuente a Andreu?

Como un tipo profundamente agradecido y optimista que ha visto que con la comedia y la creatividad se sale de todo. Efectivamente tengo mis melancolías, mi mundo interior, de momento, bien equilibrado. Puedo estar pintando algo abstracto por la mañana y en la risa por la tarde. Y, este equilibrio, me encanta.

 

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