Testigos del 23-F
Por Victoria Prego, periodista y académica. Foto: Santi Burgos
Aquella jornada del 23 de febrero de 1981 no es fácil de olvidar para ningún español y aún menos para quienes tuvimos algo que ver, de un modo u otro, en los acontecimientos que se produjeron.
Aquel día TVE, la única televisión que existía por entonces, transmitía en diferido la sesión de investidura del nuevo presidente Leopoldo Calvo-Sotelo después de que Adolfo Suárez hubiera presentado su dimisión al Rey. Yo era la encargada de conducir la emisión desde el plató de Prado del Rey.
En una de esas pausas se produce la entrada del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, y más de un centenar de guardias en el Congreso. La escena de los tiros y el “¡Todo el mundo al suelo!” es bien conocida.
Durante los primerísimos minutos las tres cámaras que tenía TVE en el Congreso siguieron grabando la escena pero poco después los golpistas obligaron a los operadores de cámara a apagar dos de ellas. La tercera, gracias a la astucia y a la valentía del operador, Pedro Francisco Martín, siguió registrando lo que sucedía en el hemiciclo gracias a que éste había bajado el monitor a “negro”
Mis pasos en aquel momento se dirigieron al sótano de la Casa de la Radio, donde estaba la sala de magnetoscopios que estaban grabando la sesión. Durante los primerísimos minutos las tres cámaras que tenía TVE en el Congreso siguieron grabando la escena pero poco después los golpistas obligaron a los operadores de cámara a apagar dos de ellas. La tercera, gracias a la astucia y a la valentía del operador, Pedro Francisco Martín, siguió registrando lo que sucedía en el hemiciclo gracias a que éste había bajado el monitor a “negro” y a que, desde la Unidad Móvil situada en el exterior, el realizador, Pepe Marín, había hecho lo propio con los monitores del control.
Entonces nos dimos cuenta de que esa cámara estaba grabando en secreto. Cerramos las puertas de la sala de magnetoscopios, porque los militares ya habían llegado a Prado del Rey para controlar RTVE, y allí permanecimos alrededor de una docena de personas en absoluto silencio recogiendo lo que éramos perfectamente conscientes de que se trataba de un testimonio histórico y por lo tanto valiosísimo de aquel golpe de Estado.
Yo, como supongo que todos los demás dentro de aquella sala, no tenía más pensamiento que uno: si el golpe acababa fracasando -cosa que en aquel instante se desconocía por completo- había que emitir aquellas imágenes que solo nosotros estábamos contemplando en ese momento, para que los españoles fueran conscientes de la trascendencia de todo lo que había sucedido ese 23-F: un intento de derribar nuestra incipiente democracia. Y si el golpe triunfaba, había que proteger como fuera aquellas cintas de vídeo y sacarlas fuera de nuestras fronteras para que el mundo democrático tuviera el documento vivo del golpe de Estado que se había dado en España y actuara en consecuencia.
Pasaron las horas y vimos que, salvo en Valencia, las demás regiones militares no se sumaban al intento de golpe, lo cual era motivo creciente de tranquilidad. Cuando los militares abandonaron Prado del Rey tuvimos la sensación de que las cosas empezaban a despejarse.
A partir de una hora que hoy no sabría precisar, Iñaki Gabilondo, jefe de Informativos y director del Telediario de las 21h, y yo misma junto con otras colegas bajamos al estudio y empezamos a transmitir las informaciones que nos iban llegando por los teletipos.
Supimos que el Rey iba a dirigirse a la nación porque dos equipos habían salido ya de Prado con dirección al palacio de La Zarzuela con itinerarios diferentes por una cuestión de precaución.
La espera hasta recibir las imágenes y las palabras del Rey se me hizo interminable.
Después de la intervención de Juan Carlos I el panorama empezaba a despejarse claramente y la esperanza de que el golpe fracasara creció hasta casi alcanzar la certeza pero sin llegar todavía a eso. Faltaba que el general Milans del Bosch retirara sus tropas de las calles de Valencia y que anulara su declaración de estado de alarma que era en realidad un estado de guerra.
Cuando Milans cedió por fin, dimos por casi terminado el bochornoso espectáculo al que unos pocos fuera del hemiciclo habíamos asistido.
Por la mañana del día 24 el director general de RTVE Fernando Castedo consideró la posibilidad de emitir la grabación completa que guardaba la Casa. Pero desistió de hacerlo hasta tener la seguridad de que el último de los diputados secuestrados por los golpistas hubiera abandonado el edificio del Congreso.
Cuando eso sucedió, TVE emitió las imágenes y el pueblo español comprobó estupefacto y atemorizado cómo un grupo de militares golpistas había intentado acabar a punta de pistola con nuestro recién estrenado régimen de libertades. De esto hace ya 40 largos años.