Entrevista: Rosa María Calaf
Rosa María Calaf | Periodista y Abogada
Me he pasado prácticamente toda mi vida en primera línea de la información y ahora quiero estar en primera línea de la defensa de la información.”
Rosa María Calaf, académica y referente del periodismo televisivo, reflexiona en esta entrevista sobre la importancia de la buena información para construir una sociedad sana y el valor del “qué” frente al “cómo” en el relato de los hechos. Conversamos con ella, desde el pensamiento crítico, de la actual situación de la televisión, de la memoria denostada y, entre otras cosas, de los grandes aprendizajes, personales y profesionales, que le ha dejado este 2020 que por fin acaba.
Por Sara Pulido | Fotos: Santi Burgos
¿Qué papel crees que han jugado la televisión y sus profesionales en la crisis sanitaria que nos ha dejado el 2020?
Han realizado una labor importantísima. Los medios de comunicación, sean convencionales o digitales, son esenciales a la hora de crear modelo social y opinión pública. Aquellos que se han ceñido al rigor, la honestidad, la independencia y la mesura han sido extraordinariamente positivos. Pero también se ha producido una tendencia inquietante, noticias que nos mienten y silencios que nos engañan. Mucho ruido mediático que nos distrae. Todo esto contribuye a que las opiniones dejen de sustentarse en argumentos y hechos contrastados y se sustituyan por las emociones que son mucho más fáciles de manipular. Esto no es algo nuevo. Por tanto, hemos visto cómo se consolidaba lo bueno y lo malo que tiene en la actualidad el panorama mediático.
También hemos visto a los programas reinventarse en tiempo récord. ¿Qué aprendizajes profesionales nos está dejando la pandemia?
En lo bueno, la demostración de lo importante que es estar bien informado y seguir contando lo que sucede. La prevalencia del “qué” se cuenta sobre el “cómo” se cuenta. La necesidad y la absoluta dependencia que tenemos de la buena información para construir una sociedad sana.
¿Y algún antídoto contra la infoxicación que también hemos vivido en los últimos meses?
El único antídoto es el sentido crítico. Recuperarlo y potenciar todo aquello que va a ayudarnos como ciudadanos desde la escuela, el ocio, la familia… a construir una ciudadanía formada y no de consumidores que compran ideas que, en muchas ocasiones, van en contra de sus propios intereses. Estamos en un escenario de extraordinario peligro donde lo tóxico se mezcla con lo no tóxico y tenemos que aprender a discernirlo. Es fundamental recuperar la confianza en las instituciones, en la prensa, en todos los elementos capaces de hacer que el modelo se dirija a una sociedad que defiende sus derechos y libertades.
Has sido corresponsal de TVE durante más de cuatro décadas. ¿Qué destacarías de la labor que han desarrollado, como tantos profesionales, en primera línea de la pandemia?
Ha sido muy importante y se ha demostrado que la globalización significa que lo que sucede lejos nos afecta a todos. Es decir, que de lo que sucede lejos también somos responsables. Eso es lo que nos ha trasmitido la información de internacional, que últimamente tenía menos espacio y se banalizaba más. Conocer lo que ocurre en el mundo es esencial para entender el nuestro propio.
También has vivido la Covid-19 en primera persona, afortunadamente de forma leve. ¿Qué puedes contarnos de tu experiencia?
Te coloca en una dimensión en la que aprendes muchísimo y te aprendes muchísimo. Aprendes de lo que te rodea pero, sobre todo, aprendes de ti misma. Por un momento tienes tiempo para pensar. La oportunidad de poder pensar, reflexionar, analizar y discernir de toda la avalancha de información y desinformación que nos inunda. La enfermedad ha sido una tragedia y un extraordinario dolor para muchísimos millones de personas, pero para los que, por suerte, aquí estamos como es mi caso, lo fundamental ha sido el tiempo para pararte a reflexionar, mirar hacia dentro y hacia fuera.
Creo que tenemos que fijarnos en las redes sociales para dotarlas de humanismo, hacer una revolución de los valores que se añada a la revolución tecnológica. No podemos ser una sociedad de consumidores y usuarios en lugar de una sociedad de ciudadanos.”
Para una persona como tú, acostumbrada a viajar constantemente, ¿cómo ha sido parar en seco?
Ha sido lo más duro. Creo que debemos reducir la movilidad al máximo. Estoy en el dilema de que necesito salir por que personalmente me nutro de lo que está fuera. Tengo un firme compromiso y creo que debo contribuir a que la cultura y el conocimiento se difundan. Y manejar este compromiso con la convicción de que hay que tratar de moverse lo menos posible y limitar los contactos es un constante debate interno.
¿Qué contenidos te han acompañado estos meses?
He tenido una parte de distracción fundamental a través de la música, el teatro, los libros… Distribuía el día en distintas rutinas: ver obras de teatro, museos y la gran parte del tiempo la he dedicado a leer muchísimos informes, estar en contacto con colegas de otros países, hacer seguimiento de trabajos de universidades y mantener la mente muy activa.
En cuanto a televisión, antes, por ejemplo, no era consumidora de series porque nunca tenía tiempo, alguna puntual… Sigo sin serlo, pero es verdad que ahora he visto algunas que en otro momento no hubiera visto. De las que tienen una parte documental o realidad ficcionada, que son las que más gustan, pero también de entretenimiento.
A lo largo de tu trayectoria profesional has vivido varios saltos tecnológicos de la televisión. ¿Cómo ves el papel que juegan hoy las redes sociales en la comunicación?
Las redes sociales son clave. Ahora en la Red está todo, lo bueno y lo malo. Y realmente la prensa en el sentido tradicional tiene unos espacios muy delimitados y cada vez más. Creo que tenemos que fijarnos en las redes sociales para dotarlas de humanismo, hacer una revolución de los valores que se añada a la revolución tecnológica. No podemos ser una sociedad de consumidores y usuarios en lugar de una sociedad de ciudadanos. Tenemos que pelear para que el interés no esté solo en las aplicaciones y los contenidos sino también en los derechos. Esa revolución humanística tiene que incorporarse a la tecnológica.
¿Y qué opinas del desencanto actual que vive la ciudadanía con la política?
No es casual. Interesa a determinados sectores de la construcción social. Hay segmentos de la sociedad a los que la política, la gestión de la cosa pública con responsabilidad no ocupar cargos sino ejercer obligaciones, les molesta mucho y les pone un palo en la rueda. Tenemos que darnos cuenta de que como ciudadanos y personas nos interesa defender esa gestión de la cosa pública. Y el que nos conduzcan a denostar esa gestión porque, efectivamente, no se está haciendo bien, no nos beneficia nada. Tenemos que preguntarnos porqué hay esa desafección y a quién beneficia. A partir de ahí podemos empezar a trabajar.
¿Cuáles van a ser los principales retos del periodismo en los próximos meses?
Primero ser muy conscientes de qué está sucediendo, porqué sucede y para qué sucede. Si estamos convirtiendo la información en otra cosa, muchas veces es más importante el relato que el hecho, el “cómo” se cuenta que el “qué” se cuenta, la única manera de recomponerlo es visibilizarlo y pelear para que eso deje de ser así. Ir más allá de las cifras y lo números, de las frases hechas, de las declaraciones, de las broncas y salir de la perversión de contar lo que impacta y dejar de olvidarnos de lo que realmente importa. Entender que lo esencial no es sentirse informado sino estar informado. Tenemos acceso a un montón de información pero es necesario saber entenderla y cribarla.
¿Qué opinas de la situación de la televisión pública en nuestro país?
Me da mucha tristeza porque creo que la televisión pública en nuestro país ha tenido unos condicionantes que la han ido lastrando y que nunca se ha podido comportar con ese objetivo de servicio a la comunidad. Ha habido etapas mejores y etapas peores. Ahora me parece que hay un problema de desorientación. Me inquieta muchísimo que nos decantemos por competir a la baja en cuanto a calidad, en lugar de competir al alza en cuanto a calidad. Y hacer algo que ya dije en un foro de la Academia de Televisión, lo que no podemos es tratar de perfeccionarnos haciendo bien o mejor que los demás lo que no hay que hacer. Y se sabe perfectamente lo que no hay que hacer como televisión o como medio público.
Desde tu experiencia profesional en tantos países, ¿en qué modelo de televisión podemos fijarnos?
Evidentemente, todo esto que pasa aquí no nos pasa solo a nosotros. La búsqueda de referentes dentro y fuera es cada vez más difícil. Las tendencias perversas de deterioro se están instalando en todas partes. Es obvio que aquellos países que tienen una mayor calidad democrática tienen una mayor calidad informativa, de medios y, por tanto, de televisión. Siempre se mira a la BBC y a los canales públicos europeos, la televisión alemana o nórdica. Eso sigue siendo así pero ellos también tienen muchos problemas. El modelo sería una televisión lo más independiente posible del poder político y del poder económico para huir y luchar contra uno de los grandes males de este momento que es la promiscuidad entre los poderes. En lugar de controlarse los unos a los otros lo que hacen es ayudarse los unos a los otros. Y no en beneficio del bien común.
Me empeño en no bajar la guardia ante una metamorfosis que implique que el virus sirva para reemplazar a la razón y para cercenar las libertades.”
Ahora que hablamos de referentes, ¿Por qué crees que la experiencia está devaluada en la televisión?
Porque la experiencia tiene memoria y una de las cosas también más denostadas es la memoria. Una sociedad que recuerda y una sociedad que tiene referentes evidentemente es una sociedad mucho más difícil de manejar.
¿Cuál dirías que ha sido tu minuto de oro televisivo?
Me cuesta muchísimo, han sido tantísimos momentos… Creo que por importancia toda la etapa de la reelección de Ronald Reagan, porque sentó las bases de lo que está sucediendo ahora tanto en la política, como en la economía como en los medios. Cuando vivimos ese momento no éramos conscientes del alcance. Si lo analizo ahora me doy cuenta de que los grandes males que tenemos en este momento son un reflejo y una consolidación de todo lo que empezó entonces. Quizá esa etapa de los años ochenta ha sido la que, a posteriori, me ha resultado más interesante vivir desde dentro.
Y de los personajes a los que te has acercado en estas últimas cuatro décadas, ¿quién te ha impactado más?
Sinceramente, siempre han sido personas anónimas. Difícilmente ha sido un personaje público. Me han impactado personas anónimas con unas vidas muy difíciles o vidas fáciles que se han dedicado a hacer menos difíciles las vidas de otros y que he admirado profundamente. En ambos casos significan lo mejor del ser humano y eso es de lo que deberíamos hablar más.
¿Hay algo que te gustaría hacer en televisión que aún no has hecho?
Me sigue sorprendiendo que en cada temporada me ofrezcan participar en programas de distintas televisiones. Dosifico muchísimo mi presencia en pantalla porque creo que ya he cumplido mi cupo. Lo que me gustaría es seguir haciendo lo que hago, me he pasado prácticamente toda mi vida en primera línea de la información y ahora quiero estar en la primera línea de la defensa de la información. No quiero decaer ni en la curiosidad ni en el entusiasmo. Aunque a veces resulta difícil.
¿Miras con optimismo al futuro?
Esto que nos está pasando no era tan inimaginable. El problema es que no hemos querido mirarlo. Y no hablo de teorías conspirativas. En la perspectiva de la evolución de la humanidad, el que ocurriera algo parecido estaba ahí. Soy optimista en el sentido de que siempre hemos logrado avanzar. Lo único es que ha habido altos y bajos, subidas y bajadas. En este momento estamos bastante abajo y tenemos que remontar y hacer que la salida de este momento difícil, incierto y complicado se haga sin olvidar lo fundamental, que son los valores humanos. Debemos aprovechar al máximo algo tan magnifico como es la tecnología y la ciencia que tenemos en la mano y ponerlas al servicio del bienestar de la humanidad. Desde los años 60 siempre recuerdo a mi generación batallando por un futuro mejor, de bienestar material y moral, para cuanta más gente posible. Hoy estamos viendo que esto se puede frenar y tenemos que seguir peleando para que ese futuro que llegue no sea malo. Si hemos estado pelando para cambiar el futuro toda la vida ahora debemos pelear para que el futuro no nos cambie a nosotros más de la cuenta.
¿Y qué aprendizajes personales te deja este 2020?
Sobre todo, mejoras. Por ejemplo, yo creía que comprendía bien las situaciones límite, que sabía convivir, empatizar con la incertidumbre, pero, he aprendido que no es lo mismo enfrentarse a la incertidumbre en la vida de los demás que en la propia. Por otra parte, siempre busqué tiempo para mi misma y para pensar, ahora lo valoro aún más. Y no pienso dejarlo escapar, te lo aseguro. Y, he aprendido a que cuando me preguntan ¿Qué haces?, contesto: Pensar.
He visto también que no necesito el movimiento frenético para estar bien. Desde luego, ansío volver a viajar, pero, lo haré ya únicamente sin prisas. !Ah! Y estoy contactando con antiguos amigos y me está gustando mucho.
¿Y cómo afrontas el esperado 2021?
Inquieta, curiosa, atenta e interesada ante lo que percibo como un cambio de era. Peligroso cuando hay un vacío de liderazgo ético, una ola de antiintelectualismo. Pero, oportunidad también para ir a mejor. Modero mis expectativas. Trabajo mi adaptabilidad, pero, al mismo tiempo, me empeño en no bajar la guardia ante una metamorfosis que implique que el virus sirva para reemplazar a la razón y para cercenar las libertades. Para que la aceleración de tendencias anteriores no consoliden la desinformación o la vigilancia permanente de los ciudadanos por la autoridad sino que se impulsen valores como la solidaridad y el interés colectivo. Construir el futuro es cosa de todos.