Renacimiento del Genio creativo. Por Christian Gálvez
“Necesitamos imperiosamente en nuestra profesión un renacimiento del concepto del artista”
Por Christian Gálvez. Presentador, escritor y académico.
Durante el siglo XV se produjeron algunos de los grandes cambios que definirían las artes en Europa en los siglos venideros, primero en los Estados Italianos y después, en el resto de Europa. Se recuperaron valores clásicos en cuanto a la educación del individuo, dotándole de una formación íntegra en todos los aspectos. Antiguos valores literarios, artísticos e intelectuales adquirieron de nuevo una importancia hasta entonces eclipsada por el oscurantismo y la religiosidad de la Edad Media.
La imprenta y las nuevas universidades y academias favorecieron la libertad de pensamiento, incluyendo el estudio de textos prohibidos, hasta entonces sólo en manos de los líderes de las bottegas. Surgieron los mecenas, auténticos observadores y apasionados del talento que permitirían emerger a grandes figuras del arte y la ciencia.
Este movimiento intelectual, el Humanismo, acompañó a un movimiento cultural no menos importante: la llamada por Giorgio Vasari “Rinascitá”, el renacimiento del ser humano como individuo capaz de albergar múltiples conocimientos aplicados al arte y a las ciencias. De ese modo, surgieron los polímatas, aquellos que no temían la multidisciplina y destacaban en varias ramas del saber.
A partir de ahí, es importante entender también la situación geopolítica de los Estados Italianos. Mientras otros países terminaban o ultimaban su unificación (España con los Reyes Católicos, Francia con la dinastía de los Valois, Inglaterra con la Casa Tudor, etc) Los Estados Italianos estaban inmersos en un caos político en el que la ambición de la expansión territorial pugnaba fuertemente con el renacer de las artes y las ciencias. A pesar de no tener una entidad nacional única y no conseguir una amalgama de objetivos a corto o medio plazo, surgieron los humanistas polímatas. Entre las mentes más brillantes de la época se generaron dos grupos: aquellos que trabajaban con la inteligencia concentrada y aquellos que optaban por la inteligencia expansiva. Ninguno era mejor que otro, simplemente dos puntos de vista brillantes y diferentes a la vez.
El máximo ejemplo de la inteligencia concentrada era Michelangelo Buonarroti, un hombre sabio que ejercía de escultor, arquitecto, pintor y poeta. Aún así, su mutidisciplina se basaba en un único objetivo: mostrar la fuerza. Los ejemplos más claros los encontramos en el David (fuerza psicológica), en la Capilla Sixtina (donde las Síbilas Erítrea, Cumana, Délfica y Líbica aparecen fuertemente musculadas; fuerza espiritual) o el Juicio Final (donde el Apocalipsis nos muestra a un irascible Cristo perfectamente musculado; fuerza religiosa).
En contraposición a Buonarroti encontramos al máximo exponente de la inteligencia expansiva: Leonardo da Vinci, otro polímata renacentista que dominaba nueve ramas de la ciencia (anatomía, botánica, ingeniería, óptica, aerodinámica, biología, zoología, urbanismo y geografía) y cuatro del arte (arquitectura, pintura, música y poesía). Su objetivo vital era buscar la sincronía entre los elementos y los conocimientos. Así pues, el hecho de observar los movimientos del agua mediante ejercicios hidráulicos, le permitía saber el porqué de las ondulaciones del cabello humano. Así mismo, cuando se trataba de estudiar anatomía, buscaba similitudes y diferencias entre la fisiología humana y animal.
El hipotético lector de estas palabras, basadas más en la pasión que en la didáctica, preguntará “¿Por qué?”. La respuesta es bastante simple. Necesitamos imperiosamente en nuestra profesión un renacimiento del concepto del artista, ya sea profesional que ejerza su pasión delante o detrás de las cámaras. La palabra “genio”, a menudo utilizada para definir a las mentes del Renacimiento, significa según la RAE: Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.
Muchos de los compañeros académicos (o no académicos) estamos capacitados para crear cosas nuevas cada día; lo hacemos en el maravilloso mundo de la comunicación. No nos cortemos las alas. Hay profesionales que pueden ser brillantes en varios campos al mismo tiempo. ¿Por qué conformarnos con hacer una sola cosa bien? ¿Por qué criticar a aquellos que intentan destacar en varios frentes en vez de utilizar esa energía en mejorar nosotros mismos? Sólo hay cinco palabras que separan al genio pasivo del genio activo: Curiosidad, observación, perseverancia, sacrificio y pasión. ¿Por qué conformarnos con ser solo figuras cuando todos llevamos un pequeño genio en nuestro interior?